Desde siempre, los perros han sido una parte esencial de mi vida. En especial, siempre he sentido una conexión profunda con los galgos y los podencos, razas que me han acompañado, enseñado y marcado mi camino personal y profesional.

Mi primera galga, Kala, y posteriormente Leia, a quien rescaté con una pata rota, marcaron mi camino en el mundo de la educación canina y la búsqueda de ofrecerles la mejor calidad de vida. Leia tenía apego inseguro y poca tolerancia a la soledad, lo que me llevó a buscar soluciones. Sin embargo, los métodos convencionales no cubrían las necesidades emocionales de los galgos.

Así comencé mi formación en educación emocional canina, centrándome en cubrir sus necesidades tomando en cuenta siempre sus emociones. Me especialicé en angustia por la separación, el estrés y el bienestar integral.